jueves, 10 de mayo de 2012

Inquisidor Dargentus.


Conducto telepático: Astrópata-terminus Tarondan.
Ref: AdMec/9934566/Xen569
Autor: Agente Limsore.
Transmitido por: Korwyn Delta.
Destino: Secreto.
Destinatario: Inquisidor Dargentus.
Fecha: 5432999M41

Pasé fugazmente los datos sobre el planeta, conocía demasiado bien lo que ponía. Todo mi interés se centraba en las líneas posteriores. Entre los muchos datos recopilados para mi, se ocultaba la clave para resolver mi investigación.

Como había aprendido muchos años atrás, todo buen inquisidor debe tener una extensa red de espías, informadores y chivatos. No importa demasiado que estén bien entrenados siempre y cuando sean muchos. Dos vecinos del mismo pueblo a las órdenes del mismo inquisidor, sin ni siquiera saber que cumplen la misma función pese a conocerse, quizá de toda la vida, aportan dos puntos de vista distintos sobre aquello que quieres conocer. Además se vigilan mutuamente, algo que siempre nos ayuda a los inquisidores. Claro está que, a su vez, hay otros que también los vigilan a ellos.

El inconveniente que tiene esta forma de trabajo es la inmensa cantidad de datos que genera. En la placa de datos que sostenía ante mí, tenía informes de más de doscientos agentes inquisitoriales. Sin embargo, sabía que allí estaba esa clave que me permitiría capturar al inmundo ser responsable de todo el incidente. Aún desconocía su nombre, no por mucho tiempo. Algún día descubriría su auténtico nombre y ese día tendría poder sobre él, poder para desterrarlo o quizá para acabar con él. Pero eso era algo para mi yo futuro. Ahora, en el presente, estaba centrado en descubrir algo que me llevara tras él y me permitiera darle caza.

Después de horas leyendo me escocían los ojos, enrojecidos por el esfuerzo. Aparté mi mano de la placa de datos y en el preciso instante en que me disponía a frotarme los ojos para aliviar la picazón, lo vi. Allí lo tenía, el nexo de unión entre todo. Deslicé arriba y abajo frenéticamente las líneas por la pantalla, tomé anotaciones, leí otras placas y tracé esquemas. Ahora todo encajaba, era mío y no podría escapar de mí.

De pronto, alguien me llamó en voz alta. Levanté la vista del libro, coloqué el marcapáginas en su sitio, lo dejé con cariño en la mesa  y volví de nuevo a mi vida.

Texto escrito por el inquisidor Joan Gregori Bagur.
Sancionado por el Ordo Xenos. 

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