Conducto
telepático: Astrópata-terminus Tarondan.
Ref:
AdMec/9934566/Xen569
Autor: Agente
Limsore.
Transmitido por:
Korwyn Delta.
Destino: Secreto.
Destinatario:
Inquisidor Dargentus.
Fecha: 5432999M41
Pasé
fugazmente los datos sobre el planeta, conocía demasiado bien lo que ponía.
Todo mi interés se centraba en las líneas posteriores. Entre los muchos datos
recopilados para mi, se ocultaba la clave para resolver mi investigación.
Como
había aprendido muchos años atrás, todo buen inquisidor debe tener una extensa
red de espías, informadores y chivatos. No importa demasiado que estén bien
entrenados siempre y cuando sean muchos. Dos vecinos del mismo pueblo a las órdenes
del mismo inquisidor, sin ni siquiera saber que cumplen la misma función pese a
conocerse, quizá de toda la vida, aportan dos puntos de vista distintos sobre
aquello que quieres conocer. Además se vigilan mutuamente, algo que siempre nos
ayuda a los inquisidores. Claro está que, a su vez, hay otros que también los
vigilan a ellos.
El
inconveniente que tiene esta forma de trabajo es la inmensa cantidad de datos
que genera. En la placa de datos que sostenía ante mí, tenía informes de más de
doscientos agentes inquisitoriales. Sin embargo, sabía que allí estaba esa
clave que me permitiría capturar al inmundo ser responsable de todo el
incidente. Aún desconocía su nombre, no por mucho tiempo. Algún día descubriría
su auténtico nombre y ese día tendría poder sobre él, poder para desterrarlo o
quizá para acabar con él. Pero eso era algo para mi yo futuro. Ahora, en el
presente, estaba centrado en descubrir algo que me llevara tras él y me
permitiera darle caza.
Después
de horas leyendo me escocían los ojos, enrojecidos por el esfuerzo. Aparté mi
mano de la placa de datos y en el preciso instante en que me disponía a
frotarme los ojos para aliviar la picazón, lo vi. Allí lo tenía, el nexo de
unión entre todo. Deslicé arriba y abajo frenéticamente las líneas por la pantalla,
tomé anotaciones, leí otras placas y tracé esquemas. Ahora todo encajaba, era
mío y no podría escapar de mí.
De
pronto, alguien me llamó en voz alta. Levanté la vista del libro, coloqué el
marcapáginas en su sitio, lo dejé con cariño en la mesa y volví de nuevo a mi vida.
Texto
escrito por el inquisidor Joan Gregori Bagur.
Sancionado
por el Ordo Xenos.