lunes, 31 de mayo de 2010

El lamento de los cañones.

No era ninguna novedad que todo fuera mal. Era algo a lo que Ellos ya estaban acostumbrados. Sin embargo nunca se rendían, no podían hacerlo. Les dieron una segunda oportunidad y la aprovecharían demostrando su valía para el resto de la eternidad. Ellos eran el trágico recuerdo de los errores. El pesar del infortunio. Eran el capítulo de los Lamentadores.

El tabardo amarillo que cubría buena parte de la servo-armadura del capitán Don Depresor ondeaba bajo el fuerte viento de Anima III, un planeta semi-desértico en el que sólo parecían crecer malas hierbas y rebeldes. El Imperio del hombre tenía allí una pequeña colmena cerca de uno de los pocos pozos de agua del planeta que se extendía bajo la tierra abrasada por el sol. La comunidad se dedicaba a remover antiguos lechos marinos en busca de materiales fósiles y otros bienes para el Imperio.

Al observar aquel desierto al capitán le costaba imaginar que allí se extendiera en otro tiempo un basto mar poblado de criaturas vivas. Pensó en su propio capítulo y en la suerte que habían corrido. Antaño fueron un capítulo noble y preparado para ganar gloria y renombre para el Imperio y el Emperador Inmortal; sin embargo, hoy tenían que luchar por borrar un pasado oscuro. Además, los perseguía el infortunio y la mala suerte allí dónde fueran.

Pero los años habían curtido a esta diezmada cohorte de marines espaciales; si la mala suerte los perseguía, convertirían ésta en una poderosa arma al servicio del Imperio. No estaban dispuestos a desfallecer y acabarían por demostrar su valía. Depresor se giró. Sus pesadas botas de plastiacero resquebrajaron la roca bajo sus pies y le hicieron resbalar por la ladera de la pequeña colina en que se encontraba. Avergonzado se levantó rápidamente y se sacudió el polvo del tabardo y la capa emprendiendo el camino de regreso a su base en el frente.

No muy lejos, enterrado bajo los escombros provocados por la caída del capitán un espía agonizaba enterrado por las rocas. Había aprendido demasiado tarde que no hay que acercarse mucho a los marines del capítulo de los Lamentadores.

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