"Es usted una mujer peligrosa". Cualquiera que oyera esa conversación en un almacén abandonado, habría asegurado que la mujer atada a la silla no saldría de allí con vida. Sin embargo, no se trataba de una mujer normal y el hecho de que se encontrara atada en una silla, a merced de los tipos malos de la malvada organización de turno, era algo que entraba perfectamente en sus planes.
"Demasiado peligrosa para dejarla con vida. Nada de lo que aquí hacemos puede ser interrumpido por alguien como usted, claro, pero hay que asegurarse de que no estorba nuestros planes". El hombre se colocó las típicas gafas de sol que parecían venderse con alguna rebaja especial para tipos malos y desalmados. Evidentemente, lucía un traje a juego que marcaba la tendencia de los malos en gastarse todo el dinero que tenian en trajes, gafas y coches negros, amén de algún que otro experimento que, normalmente, se encargaba al científico de turno para poder amenazar con destruir el mundo si no conseguían lo que querían.
Nuestra atada heroína pensaba que aquellos malos eran fabricados por un mismo patrón, demasiado típico para divertirse con ellos. Sin embargo, los buenos, para los que nuestra protagonista trabaja, también son muy dados a gastarse dinero; sin embargo prefieren, como nuestro trajeado villano debería saber, gastárselo en juguetitos tecnológicos, que dotan a sus agentes de muchas más posibilidades de supervivencia, por ejemplo cuando se ven atados a una silla con un chico malo recitando su discurso antes de la ejecución.
Para no ser menos, nuestra protagonista también dice su frase antes de pasar a la acción, no es que le gusten los diálogos manidos, pero le apetece decir algo antes de zurrar a los malos, así que "me subestima usted, soy mucho más de lo que aparento". Claro que, conociendo a nuestra chica, le hubiera gustado más decir algo así: "Siempre igual, me cogéis, me atáis y me soltáis el rollo, yo me suelto, os pego y me quedo tan ancha". Como podéis imaginar, el resultado final no es muy diferente; nuestra intrépida agente de los buenos consigue desatarse gracias a algún mini rayo láser escondido en un anillo o un reloj, que para eso se gastan los buenos el dinero en tecnología, y al verse libre empieza a repartir leña como si fuera un leñador vasco, algo muy impropio de una dama y que nos saltaremos para no herir sensibilidades ni manchar a nuestros lectores con la sangre que salpica por todas partes.
Una vez libre y con los malos deseando haber estudiado derecho agropecuario o alguna cosa por el estilo, nuestra protagonista se coloca bien el único mechón de pelo fuera de lugar, ya sabéis que los héroes nunca se despeinan mucho después de una pelea y se encamina a volar por los aires el almacén, experimento maligno y dañino incluido, por supuesto.
Para llegar al sótano donde coloca las cargas, se desliza cual anguila por los conductos de aire, hábilmente diseñados para que se cuelen por él los tipos buenos, mientras los malos a lo que les toca vigilar las entradas, que tampoco podrían hacer mucho puesto que nuestra heroína es silenciosa y extremadamente ágil pese a llevar un vestido de noche, negro y precioso, que realza su magnífica figura, como no puede ser de otra forma, se dedican a jugar a la brisca o algún otro juego de cartas apostando entre ellos garbanzos cuidadosamente seleccionados de una bolsa de frutos secos, ya que el presupuesto para esbirros no es tan grande como el destinado a experimentación y tipos malos con gafas y traje.
Una vez llega a su destino, coloca minuciosamente las cargas explosivas con un tiempo de detonación suficiente como para huir y enfrentarse al malvado jefe de la operación, mucho mejor vestido que todos sus secuaces y que, además de gafas, lleva también un teléfono de última generación con el que le avisan de los buenos a los que capturan y una pistola, que pese a las bonitas decoraciones no logra acertar más que a un bidón de algo inflamable que logra darle más luz a la escena y una nueva sensación de urgencia, totalmente innecesaria si recordáis las cargas que previamente ha colocado nuestra chica.
Como es natural, el malo, lejos de pensar en huir de la explosión o desactivar las cargas para salvar la millonada que ha invertido en su XXI proyecto de dominación del país, decide ponerse a luchar con la chica buena, y como se le han acabado las balas decide pegarle una paliza, lo cuál no está nada bien por mucho que ella le devuelva los golpes con más estilo y precisión. Al cabo de unos cuantos golpes, en los que por primera vez nuestra protagonista recibe de verdad, pese a lo que sigue sin despeinarse, logra vencer al malo, que muere antes de producirse la explosión porque con su afán de venganza, una vez derrotado y humillado, decide dar un último golpe a su rival, pero resbala con uno de los garbanzos de los esbirros que jugaban a cartas y muere empalado por una barra de hierro mientras se arrepiente de no pagarles más a sus esbirros.
Nuestra protagonista sale airosa del percance y mientras a su espalda el viejo almacén explota con unos bonitos fuegos que serían la envidia de las Fallas, nuestra chica se aleja, satisfecha con el trabajo y demasiado emocionada por la explosión para tratarse de uno de los buenos.
FIN